Autor: Lucho Abad Arriaga
La provincia de Jaén, por su ubicación geográfica, cercana a la costa norte y puerta de entrada a la amazonia peruana, desde tiempos inmemoriales goza de una privilegiada posición estratégica que ha permitido su crecimiento de manera inusitada. Las vías y medios de comunicación, siempre han sido vitales para el intercambio comercial, cultural, social. Y no siempre hubo una moderna vía asfaltada como la que hoy tenemos. Las grandes culturas norteñas, como los Mochicas, llegaron a estas tierras por el oro fino del Chinchipe, en la zona se han encontrado vestigio de su presencia, como por ejemplo el silbato antropomorfo que representa al dios moche AIA PAEC encontrado en el sector de San Isidro-Montegrande. Lugares como Alalape, Tomependa, Tamborapa, se parecen mucho a los vocablos de Chongoyape, Motupe, Morrope.
El científico alemán Humboldt que recorrió nuestra región, en 1803 observo la original forma de transportar las cartas llamado “El correo que nada”. Era un aborigen joven que amaraba la correspondencia en su cabeza y utilizaba el Chamaya y otros ríos de la zona, flotando en un huambo o palo de balsa, para entregar el correo que venía desde Trujillo. Hasta hoy los niños ribereños juegan en las orillas con troncos de este árbol. Los arrieros pusieron lo suyo: En 1868, Raymondi los encontró en la ruta de Huancabamba y Tabaconas, trayendo sal y herramientas y llevando cascarilla y tabaco.
Hubieron otras rutas, como la del Porcuya que siempre usaron los habitantes de Sallique, San Felipe, Pomahuaca, como también la de Choros, para salir a Cutervo, Chota, Chongoyape en un viaje que podía durar 15 días ida y vuelta, conduciendo recuas de hasta 30 mulas. Arrieros famosos fueron don Roberto Segura, Liborio Altamirano, Ceverino Vásquez, el primer fotógrafo de Jaén. Juan Pardo Miguel construiría su aeropuerto privado en Las Plazas, Bellavista donde levantaba vuelo su famoso monomotor.
En el avión trajo pieza por pieza una camioneta y la armó para hacer un único e increíble viaje de Bellavista Jaén, por una trocha echa a punta de pico y palana. El proyecto original de comienzos del siglo XX, sustentado por Habich, Mesones Muro y otros fue construir un ferrocarril que uniría la costa norte con el Pongo de Manseriche, sueño nunca realizado.
El presidente del oncenio Augusto Bernardino Leguía iniciaría la construcción de la carretera Olmos-Río Marañón por la misma ruta. En los periódicos capitalinos de esa época, apareció una foto con el puente Colorado, llamado también puente Leguía, sosteniendo que la carretera ya estaba en el río Huancabamba, lo cual era falso. Sin embargo el conflicto del año 1941, hizo ver a los gobernantes la importancia estratégica de la ruta que por fin se terminó y fue inaugurada por el presidente Prado en 1945. Este suceso más la Ley de Tierras de Montaña desencadenarían la gran migración hacia Jaén y San Ignacio, con el tremendo impacto ambiental que generaría la agricultura: Los antiguos bosques de cacao de los valles darían su paso a los arrozales y los bosques de neblina se cubrirían de cafetales, pastos y pan llevar. Los camiones llevaban carga y pasajeros, y por la peligrosa ruta, desafiando los peligros del Cuello y el Pistolero, empezaron a rodar “El Cuco de Jaén”, “El Avispón Verde” de Artemio Carrasco, “El Sanfelipanito” de don Oscar Ahumada Orozco, "El Oasis” del bellavisteño Adolfo Linares, “Don Juan Tenorio” conducido por los hermanos Napoleón y Tomas Gálvez Moreno, el inacabable Ford de don José Monja. También “El Faraón” de don José Elorreaga, “El Napolitano” del gringo Rinaldy, “Guillermo Tell”, “Expreso El Cholo Rosado”, “Rayito de Luna” de don Santiago Abanto, el “Santa Teresita” de don Felizardo Vílchez, con su piloto el Chocho Lozada, “El Oro del Chinchipe” de don Ceverino Vásquez, “El Tesoro de Jaén” de don Alfredo Saldaña y otros más recientes como “El Zambo” de don Práxedes Heredia.
La lista es interminable, pero gracia a ellos pudimos viajar y transportar nuestra producción a la costa. Fue novedad en los años cincuenta “El Expreso Calderón”; pequeños buses de los hermanos Toribio, Marino y Jorge Calderón Cruzalegui, para transporte de pasajeros Jaén-Bellavista. Y allá fuimos por el único hospital de la zona, la Escuela Normal o atraídos por la reina del Chinchipe y el Marañón, la incomparable ciruela bellavisteña. También aparecieron en poco tiempo los buses verdes para transporte de pasajeros a la costa “Expreso Nor-Oriente”.
Otra historia son las empresas de ómnibus. En los años cincuenta entra “Morales”, con don Isaac Aldana como administrador, donde fue el restaurante “El Olmeñito”, después en casa de la muy atenta y servicial señora Gloria Vélez Carrasco y su asistente Tito Torres Arriaga; y en los sesenta “Olano”, en el domicilio de don Sebastián Guadalupe. Son inolvidables los señores Salinas, Mayrena, uno de los tromes con la caña, no sólo eran buenos choferes sino también mecánicos y buenas personas. Verlos al volante era sinónimo de realizar un buen viaje. No los detenía huaycos, chufla o falla alguna y se llegaba a Chiclayo tarde o temprano, pero se llegaba, después de tomar un caldo de gallina en Pucará, el Ochentiuno, La Beaita, en los “Perno Loco” de Jayanca o el Cruce de Olmos. Curiosamente el verdadero nombre del extinto Salinas era Juan Lozada Ramírez. Cuando fallaba el volvo que conducía Tomás Mayrena Andonaire, ordenaba a Ralo Tesén, su fiel ayudante: ¡Ralo, ráscale el Chancho!, quien de inmediato se metía debajo del ómnibus, le daba su rascada y la marcha continuaba.
La creciente de 1981 se llevó el único puente de nuestra ciudad, vinieron los ingenieros del Ministerio de Transporte e instalaron unas enormes alcantarillas en lugar de hacer un nuevo puente. Los estudiantes de secundaria salieron a protestar con la consigna ¡Puente sí, alcantarillas no! No les hicieron caso. Preguntando el señor Mayrena qué opinaba del asunto, entre sonrisas dijo: “Los ingenieros saben lo que hacen, por algo han estudiado en la universidad, pero las aguas arriba son brutas e ignorantes y no entienden de matemáticas ni de ingeniería”. Sus palabras fueron proféticas porque al cabo de pocos años otra riada del Amojú Arrasó con las Famosas alcantarillas y se tuvo que hacer un puente de verdad.
Desde estas páginas nuestro homenaje a los pioneros de la ruta que realizaron y contribuyeron al desarrollo de esta región.
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